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sábado, 18 de diciembre de 2010

ALGUNOS COMENTARIOS SOBRE LA OBRA MARX EN SU TERCER MUNDO















ALGUNOS COMENTARIOS SOBRE LA OBRA MARX EN SU TERCER MUNDO,





Hacia un socialismo no colonizado



En el libro Marx en su Tercer Mundo, de principio a fin, el maestro Néstor Kohan va esclareciendo que una cosa es la filosofía del marxismo, tal como la formulaban los manuales soviéticos más clásicos y ortodoxos de la época de Stalin, y otra el marxismo como ciencia social, demoliendo la frecuente presencia de la asimetría entre lo que se hace por muchos en la práctica y lo que se piensa en filosofía haciendo el lugar común de lo que él llama “las mismas fórmulas disecadas de lo más rancio de la burocracia soviética”.

Sólo en un orden de cosas en el que ya no existen clases y contradicciones de clases, las revoluciones sociales dejarán de ser revoluciones políticas. Hasta que ese momento llegue, en busca de toda reorganización general de la sociedad, la última palabra de la ciencia social será siempre: luchar o morir, la lucha sangrienta o la nada. Así está planteado inexorablemente el dilema.
Carlos Marx en Miseria de la Filosofía.


Se sabe que en América y en el mundo la revolución vencerá, pero no es de revolucionarios sentarse a la puerta de su casa para ver pasar el cadáver del imperialismo. El papel de Job no cuadra con el de un revolucionario.
Segunda Declaración de la Habana. Febrero 4 de 1962.


La exposición del pensamiento marxista que consigna Kohan implica una investigación sesuda sobre la filosofía del marxismo, asumiéndola de manera tal que apunta a desmantelar ortodoxias, en el camino de lograr el postulado de Mariátegui en cuanto a construir, teorizar, forjar en una práctica donde no exista “Ni calco ni copia”.

Con este propósito, dice Kohan que surgió su libro; primero, como los borradores para intercambiar sobre estos asuntos con sus amigos de debate y estudio. Ya elaborados, fue pensando en ligar las reflexiones con la práctica de dos personalidades del mundo revolucionario latinoamericano cual son Carlos Mariátegui y el Che. Y, aunque las reflexiones más acabadas que profundizan sobre ambos luchadores revolucionarios marxistas no se incluyeron en la edición primera del libro Marx en su Tercer Mundo, sí se forjaron como texto aparte, complementario de la obra en comentario, bajo el título De Ingenieros al Che. Ensayos sobre el marxismo argentino y latinoamericano, en el que se plasma también la preocupación del autor por traer al terreno de Nuestra América la aplicación del marxismo, sin hacer el calco y la copia del que hablara Mariátegui.

En la introducción a la primera edición de Marx en su Tercer Mundo, explica el profesor Kohan el choque que tuvo que vivir entre lo que él pensaba y lo que las formalidades académicas universitarias pretendían obligarle a asumir en el campo de la reflexión filosófica, mostrando esa distancia que existe, no pocas veces, entre la academia y el pensamiento de los verdaderos revolucionarios. Con solvencia ilustra nuestro autor lo permeada que en muchas ocasiones está la universidad, estructurada, no para pensar, sino para repetir lo que conviene al modelo establecido desde la cobardía de la intelectualidad que lo permite, al tiempo que prohíbe el libre pensamiento con todo tipo de trabas burocráticas, discriminaciones y censuras. Kohan ha optado por decir todo lo que piensa sin subordinarse a “compromiso” o “negociación” alguna diferente a la responsabilidad y consecuente deber que deja establecido con su pueblo y sus propias convicciones.

Sorteando las inconsecuencias de muchas editoriales, o más bien las trabas que derivan de las afinidades de éstas con el stablishment, el libro pensado “para que circule y sea discutido entre mis compañeros y compañeras de la izquierda argentina y latinoamericana”, según palabras del propio autor, tomó el rumbo deseado y ha llegado incluso a las selvas enguerrilleradas que con rebeldía creadora resisten al imperialismo y a las oligarquías locales.

Las reflexiones que haya en contra o a favor de sus puntos de vista, que no han sido pocas, o la polémica que pudiere haber suscitado el tratamiento crítico y osado de los asuntos que aborda, las podemos considerar parte de su cometido. Desde un nivel de conocimiento, además, como académicos, estudiosos o conocedores del tema –con mayor criterio que el que se pueda dar desde estas montañas, donde la prioridad se desenvuelve en torno al combate día a día sin dar mayor tiempo para la lectura profunda y el análisis más reposado–, varios calificados autores han hecho ya su reconocimiento a esta magnífica obra que no dudamos en considerar como invaluable aporte a la teorización e insumo para la batalla de las ideas en el plano de la praxis. Con certeza, para los revolucionarios del presente, pasa a ser contundente arma de combate contra el imperialismo y las oligarquías locales, tanto en manos de quienes comparten sus planteamientos de debate productivo, como de quienes levantan la pluma para descalificarlos.

Haber pasado el juicio por el escalpelo de la crítica de autores versados en la materia –de la talla de Fernando Martínez Heredia, Armando Hart Dávalos, Roberto Fernández Retamar, Michael Löwy, Carlos Nelson Coutinho, Adolfo Sánchez Vázquez, John Holloway, Álvaro Márquez, Wolfgang Fritz Haug y Samir Amin, entre otros– puede hablar de la profundidad y acierto del profesor Kohan en la formulación de sus cuestionamientos, análisis y propuestas plasmadas en Marx en su Tercer Mundo. A ello, como si fuera poco, el mismo autor ha agregado dos libros referidos al pensamiento de Ernesto Guevara y de José Carlos Martiátegui, donde de manera didáctica y concisa compendia reflexiones surgidas de los intercambios realizados con sus estudiantes al calor de la protesta social, vivenciando, en la marcha y la protesta callejera, en su solidaridad internacionalista, en su militancia antiimperialista al lado de los explotados, la cruda realidad de su Argentina y del conjunto latinoamericano todo. Son los libros referidos al pensamiento del Che y Mariátegui desarrollo de sus primeras tesis, en especial de las referidas a las consecuencias de la lucha de clase en este mundo latino-caribeño que, aunque azotado por los explotadores, está colmado de esperanzas y sueños.

La América Nuestra, su historia de origen y sobrevivencias, forjada en el crisol de la resistencia y las utopías, con sangre y esperanzas, con la magia que entraña lo “real maravilloso”, da sin duda al maestro Kohan la inspiración para escribir “sin recitar de memoria formulitas marxistas en la Academia”. Sin manualismos stalinistas, sin recetarios sino con creatividad, incluso sin temor a errar en el intento, deja sentada una reivindicación, un derecho y un deber para los pueblos en lucha según interpretación genuina del marxismo y descalificación de los falsos materialismos dialécticos formulados por el vetusto corpus esclerótico del llamado DIAMAT: Es la reivindicación del “ejercicio de la violencia y el empleo de la fuerza material”, no como algo que “sólo pertenecen a las primeras etapas `antediluvianas´ del capital”, sino como una inmanencia de la lucha de clases, independientemente del grado de madurez del capitalismo. Inherentemente, está sentado en el escrito de Néstor la definición el asunto militar de la lucha de clases, como aspecto cardinal de la concepción marxista que ha sido tomado como objetivo a ser destruido por el revisionismo en cuanto alteración falsaria de la misma .

Desde las páginas introductorias a su libro, queda planteado el problema, entonces, de si se puede hacer abstracción del asesinato y la tortura como elementos de la realidad que nos rodea, mientras se producen las lucubraciones filosóficas. El marxismo, como filosofía de la praxis, como teoría crítica, como concepción materialista de la historia, como escala de valores y como método de estudio, tiene que ponerse a la altura de la época que nos toca vivir, es la respuesta que se nos da y que compartimos plenamente.

No se puede mirar para el costado, nos plantea Kohan; “la propia teoría tiene que poder pensar la sociedad” dice, convencido de que siempre que hablemos de marxismo, el principal objeto de estudio es la sociedad y no la naturaleza, de tal manera que impele el deber de dar cuenta de los asesinatos, de las torturas, de las desapariciones, de las masacres, de los genocidios burocráticamente planificados que se suceden cotidianamente en el suelo amerindiano, y que, dicho sea de paso, atropellan también de manera criminal a la Madre Tierra, al entorno del que depende la humanidad.

En criterio del profesor Kohan, los dogmas del pasado ya no nos sirven para emprender el propósito mencionado; ya no alcanzan: “Son completamente inoperantes. No hay que tener miedo de abandonarlos. Tenemos que pensar la historia y el presente de Nuestra América, de América Latina, dando cuenta de ese carácter criminal y genocida de la civilización capitalista”, dice.

Y he ahí qué implicaciones ha de tener una relectura y una práctica marxista como la que plantea Néstor Kohan, tomando en consideración que la barbarie del capitalismo en cualquiera de sus momentos no es un hecho fortuito ni excepcional; que en el capitalismo lo “fundante” y lo “normal” no es la paz.

De hecho, la teorización misma planteada en el libro de Kohan se presenta como “un intento de resistencia, de marchar a contracorriente”, obviamente de la explotación capitalista, de la tiranía de las oligarquías y del imperialismo, cargándose del optimismo que implica tener confianza en las posibilidades de los pueblos para forjar su propia historia de emancipación. Coloca entonces como puntos de referencia en cuanto auge de los pueblos por lograr la emancipación, nuevas experiencias de conmoción y cambio social en el continente, que hacen augurar el repunte del movimiento popular a favor de la revolución continental, o por lo menos ayudan a preparar el terreno para llegar a tales logros.

En Kohan los planteamientos de orden político se ligan a los de orden filosófico, atendiendo a la concepción de que “jamás debe la filosofía concebirse divorciada de la vida”, a que “la reflexión teórica ni empieza ni termina cuando abrimos y cerramos los libros”, que “para todo marxista latinoamericano que realmente viva y sienta y no sólo piense la filosofía de la praxis, debe ser igual. El mundo de la vida, que no es otro que el mundo de la praxis histórica y de las luchas políticas, es lo primordial. Los libros y la teoría deben intentar expresarlo y no al revés”.

Néstor hace un canto de esperanza a la vida anunciando y ratificando el advenimiento del fin del capitalismo neoliberal, quiérase o no, y la quiebra ineluctable, en el terreno filosófico, del posmodernismo, el posestructuralismo y el pragmatismo, que fueron intentos vanos por descalificar la concepción cierta de la lucha de clases, como aspecto constante que caracteriza el desenvolvimiento de la historia donde quiera que exista la propiedad privada y la explotación del hombre por el hombre.

Llama la atención Néstor Kohan, en cuanto a que el marxismo como filosofía de la praxis y teoría crítica del capitalismo “puede retomar la contraofensiva..., a condición de que abandone definitivamente el pesado lastre dogmático que, como una soga al cuello, le sigue impidiendo dar la batalla en las nuevas condiciones mundializadas”. Argumento con el cual plantea la preocupación, sobre todo porque se logre la preponderancia de tan valiosa herramienta de lucha, motivando tal circunstancia como acción del revolucionario mismo contra los factores de dominación también en el plano de la lucha de clases. En tal sentido, de manera crítica, saluda los intentos que al respecto han surgido, advirtiendo, no obstante, que “Las opciones ideológicas no siempre son transparentes”.

De hecho, en el plano teórico, un cuestionamiento fundamental se desenvuelve respecto al manualismo y al dogmatismo propalado por las Academias de Ciencias de los países del “socialismo real”, a las que no les ve ningún atractivo. Y al abogar por el pensamiento crítico resalta, contra la hegemonía ideológica neoliberal de más de dos décadas, los intentos de abrir nuevos espacios de reflexión ligados a la lucha, observando en que no se trata de elaborar nuevas “profecías” que lo que hacen es llenar con nuevos viejos dogmas o propuestas disparatadas “el espacio abandonado por los viejos dogmas stalinizados”. Al ejemplificar, en este último rumbo encuentra andando los intentos de Toni Negri y de Heinz Dieterich, pero criticando ácidamente el eurocentrismo del uno y la metafísica cientificista del otro; no obstante, está el reconocimiento al intento “de volver a una visión totalizadora y holista, a un “gran relato”, según la jerga posmoderna, en Negri. Y, en Dieterich, “pese a sus profundas equivocaciones” valora el plantearse la necesidad de “un nuevo proyecto histórico para nuestros pueblos”.

Kohan, a lo largo y ancho de su libro, como se ha explicado, hace sus planteamientos retomando elementos de su propia experiencia pedagógica, de sus debates y vivencias con sus estudiantes, tanto en la cátedra como en la marcha de protesta y la lucha revolucionaria en diversos espacios y, desde el estudio de las experiencias de Guevara y de Mariátegui, intenta una “nueva pedagogía del marxismo, buscando superar “el eurocentrismo, el dogmatismo, la deshistorización, la pedagogía de la repetición, y la cita mecánica..” que son los “vicios clásicos que identifica en los antiguos manuales de marxismo”. Así, su intento de aproximación al pensamiento marxista lo hace desde una óptica latinoamericanista, especialmente guevarista y mariateguista, según queda ratificado, además, en sus libros Introducción al pensamiento marxista, Che Guevara: otro mundo es posible y De Ingenieros al Che.

La obra de Kohan, desenvolviéndose dentro de una línea de crítica militante, cuestiona enfáticamente la cobardía intelectual de muchos camaleones de la academia que nadan con la marea del momento sin asumir un compromiso real con las luchas de los pueblos por la transformación social; y así, se coloca del lado de quienes bregan la revolución socialista, la cual “no se puede detener”; es decir, ya avanza, no comienza ahora, pero no podrá seguir, no se podrá defender ni profundizar, incluyendo a Cuba, “si sigue sola y aislada”. Razonamiento cardinal éste, que en Kohan se deriva de la idea marxista de que los cambios deben tener escala universal. “La revolución por la que luchamos debe ser mundial. Es una cuestión de vida o muerte”, dice. De tal manera que toda revolución en cualquier país está dependiendo, para seguir su rumbo, de que los pueblos todos en América Latina, deberán continuar sus proyectos de emancipación socialista. “No podemos esperar mansamente, con modorra y brazos cruzados, que la modernidad europea nos libere, que “la civilización” nos emancipe, que “el desarrollo de las fuerzas productivas y la inversión de capitales” nos rescate”. Ése es el desafío que asume y nos propone el profesor, el maestro, el compañero Néstor.

Sin empatizar con “los vencedores” del gran capital “ni tantito así”, Kohan, evocando al eminente filósofo Walter Benjamin, asume también el pensar y el filosofar, la reflexión y la acción como un todo; la praxis, digamos, en ejecución constante dentro de las aguas de la historia, la política y la filosofía, en franco y pleno compromiso con los oprimidos, sin atender tampoco a las modas y a las conveniencias sumisas frente a los que desde el cenit de la perfidia ejercen la tiranía del capital.

Del lado del movimiento popular y revolucionario, del lado de sus valores y de su memoria, Kohan combate en el plano de las ideas, y hasta donde puede en el plano de la acción militante, consecuente, a la manera de los hombres que actúan como piensan, por la teoría y la práctica revolucionaria, convocando a caminar con propias categorías, con propio discurso, con auténtico pensamiento y no con los términos del enemigo, como suele ocurrir no pocas veces.

Acertadamente habla Néstor, y así se mantiene en el conjunto pleno de su obra, del “desarme histórico” que se suscitó en el campo del pensamiento en un amplio espectro planetario, como resultado de lo que caracteriza como “derrota provisoria, siempre provisoria” frente a la ideología burguesa, frente a quienes ostentan la ideología de la opresión. Asume entonces los traspiés del movimiento revolucionario y de las experiencias anticapitalistas, no como algo definitivo sino transitorio y superable confiando en la capacidad de resistencia de los pueblos, por terrible y enorme que parezca el poder de quienes les oprimen y explotan con sus aparatos armados y con “la fuerza social” que les “apoyó, financió y, en última instancia, dirigió”.

No obstante, está claro que el desarme no sólo ha sido provisional, sino que no ha sido absoluto, ni aun en el campo de la resultante del desprecio al trabajo teórico y a la subestimación de la batalla cultural de resistencia, por parte de importantes sectores del movimiento que pudieron ser complacientes involuntariamente con las operaciones ideológicas de contrainsurgencia.

Néstor Kohan explica que eso que él llama “derrota” “no comienza con el triunfo de las Fuerzas Armadas y la burguesía financiera en lo local ni con la caída del Muro de Berlín en lo internacional”, sino que “viene de mucho antes, desde el momento en que la cristalización dogmática impidió desarrollar eficazmente la contrahegemonía”. A renglón seguido, plantea que hay que ser radicales, en el sentido que Marx da a la radicalidad; enfatiza en que hay que ir hasta las raíces en el debate ideológico, para lo cual debemos retomar la ofensiva “de una vez por todas”, en una “nueva guerra” que es “una guerra cultural”. Es tal, en últimas, el “hilo conductor” del libro Marx en su Tercer mundo: invitación a “emprender desde las nuevas condiciones políticas abiertas en Nuestra América y en el Tercer Mundo”, una relectura y un replanteamiento global del pensamiento inaugurado por el filósofo de Tréveris. Se trata de apropiarnos del marxismo desde una visión “no colonizada de antemano”. Se trata, entonces, dice Kohan, “de superar viejos esquemas, añejos dogmas, creencias coaguladas cuyos obstáculos aún siguen pesando como pesadillas en el cerebro de nosotros, los vivos”.

En la categoría de tercer mundo, el autor también con la visión latinoamericana, incluye a Asia y África, según lo hacía el Che en el "Mensaje a los pueblos del mundo a través de la Tricontinental". Pero persiste en no fijar la idea ahistóricamente sino, en efecto, repensando el concepto según las nuevas circunstancias propias de la hegemonía del capital imperialista “cada vez más agresivo y militarizado”, y que impone una creciente “tercermundización” del planeta.

Continuar, entonces, haciendo uso de la que considera vigente analogía histórica de Alfred Sauvy inspirada en Sieyes, en cuanto a describir y polemizar respecto a la mayoría de la población del planeta que no es el Primer Mundo (la aristocracia en la analogía de 1789), ni el Segundo Mundo (la Iglesia y los clérigos, siempre dentro de la analogía), sino el Tercer Mundo, o sea… los terceros Estados.

En consecuencia, para Kohan, el tercer mundo es el mundo “colonial, semicolonial, subdesarrollado, dependiente y periférico, que reunía la mayoría numérica del planeta”. Para él, la dominación mundial del capital reproduce en escala ampliada las notas características que "distinguieron" el mundo colonizado; prosigue la reproducción ampliada en escala universal del mundo colonizado y explotado como consecuencia lógica del capital. De ahí que, aun dando cuenta de notables modificaciones, Kohan opte por seguir manteniendo y empleando el término, pero en una teorización que cuestiona la hermenéutica del marxismo otrora “oficial”, compartida, según sus propias palabras, tanto por los "profetas" de la II Internacional como por "la iglesia" soviética y sus diversos desprendimientos "cismáticos", de donde emanó “el corpus teórico como una filosofía metafísica de la materia, entendida como doctrina universal y necesaria, a partir de la cual se dedujeron un esquema general y una filosofía de la historia también universal”. Cuestiona de manera persistente Kohan en este contexto la pretendida legitimación del desprecio teórico de ambos hacia los problemas específicos del Tercer Mundo y dentro de él, particularmente, por los de América Latina. Es decir, el modelo del DIAMAT, considerado por el autor, a todas luces “metafísico”.

Planteada la crítica del modelo teórico, Kohan delinea una propuesta de “reconstrucción del marxismo”; que bien se puede entender como un valioso aporte a los múltiples intentos que en ese mismo tenor han surgido y se han mantenido, ya como teoría ya como práctica, en el ámbito revolucionario latinoamericano, más en cuanto a llevar a realización postulados que si observamos bien, con la lupa misma de Kohan, están incólumes en sus bases fundamentales, a pesar de los yerros de sus incontables interpretes, seguidores y simpatizantes, muchos de los cuales sin duda han hecho importantes contribuciones a su evolución y fortalecimiento, como son los casos de Mariátegui y el Che, en justicia muy ponderados por Kohan.

Consiste la “reconstrucción”, entonces en un rearme de la utopía, en hacer la cohesión de las fuerzas dispersas, aunar el optimismo, persistir en la filosofía de la praxis, que en últimas siempre se ha mantenido latente, de una u otra forma, en muchos de quienes han enarbolado la esperanza humanizante y liberadora del legado marxista o, sencillamente, de las experiencias transformadoras anticapitalistas.

De “dar un paso hacia atrás, para avanzar” habla Kohan, seguramente en el sentido del “vanguardimos de la tradición” que planteaba Alberti, para esbozar la marcha con sustentos de crítica en la discusión de “los presupuestos epistemológicos y lógicos, sociológicos e históricos, así como también antropológicos y económicos” de los problemas del marxismo y de los problemas de la praxis revolucionaria en general.

En ningún plano, si tomamos en consideración la ingente confianza que los revolucionarios mantenemos en las inmensas capacidades transformadoras de los pueblos, podremos ni deberemos hablar de “derrotas” en el sentido de la capitulación de los ideales: mientras se mantengan en alto las banderas de la emancipación, por graves que hayan sido los reveses de las corrientes y experiencias de cambio, mucho más entre marxistas, porque dentro de esta condición no se debe temer a la rectificación, a la revisión en el mejor sentido de la palabra, que no es otro sino el que da Kohan como profundización del radicalismo, sin temor a, como decía Lenin, “escupir esquemas”.

Ahora más que nunca está vigente el marxismo como praxis de cuestionamiento y superación del capitalismo. En eso consiste también “revisar desde una perspectiva crítica, sin el más mínimo temor, el pensamiento inaugurado por el autor de El capital, así como aquellas interpretaciones tradicionales y “oficiales” que de él se hicieron. Existe el compromiso de ejercer la praxis estando “a la altura de los principios, es decir, la revolución”.

Magnífico papel es el que otorga Kohan al acto de fundar y refundar como práctica de la creación, pensando desde la propia cabeza y las propias circunstancias, sin dejar de lado la experiencia de la humanidad. Y he ahí un deber del marxismo, un factor de su hechura que, para el caso, aporta en lo esencial a la tarea planteada.

Nos recuerda Kohan que, tal como lo asumió el propio Marx, el marxismo debe renovarse constantemente; debe mantenerse abierto a la crítica y a la rectificación; abierto mentalmente a la observación sesuda y crítica de cada realidad, sin extrapolar experiencias. Papel que aún está por explorarse en Nuestra América donde, además, hay que ligarlo a los aportes del pensamiento autóctono, desde el indiano hasta el emancipador de la primera independencia y de quienes en el derrotero de luchas subsiguientes han persistido en trazar una opción de libertad e identidad para Latinoamérica. Ejemplar es el experimento que en este camino hiciere Lenin en cuanto a abordar un estudio serio de las formaciones sociales latinoamericanas con el método de Marx. Lamentablemente Lenin murió tempranamente y lo que prosiguió fue el afianzamiento de “una particular interpretación filosófica del marxismo que se tornará definitivamente hegemónica en el VI Congreso de la Internacional Comunista de 1928, cuando Nicolai I. Bujarín establece públicamente que la filosofía oficial de la Internacional es el materialismo dialéctico”. Lo cual particularmente para Latinoamérica tuvo la desventura del abandono de los primeros intentos de interpretación latinoamericanista del pensamiento marxista y el asumir la "ortodoxia" de la teoría de Marx como doctrina materialista metafísica, de la que ha hablado Néstor al referirse al florecimiento nocivo del DIAMAT, consistente en la aplicación de de “una filosofía de la historia universal que se debe “aplicar” histórica y mecánicamente a todos los países, inclusive a los de la periferia.”

En hora buena, José Carlos Mariátegui aportó su reflexión y práctica del marxismo, no en forma ahistórica y mecánica, no aplicando el llamado “modelo clásico” de Europa occidental sino, por el contrario, como “creación heroica”, en lo que Kohan considera un acto fundacional consistente en la llamada traducción creadora del marxismo “desde una perspectiva latinoamericana”. Esa es labor que de una u otra forma se ha tratado de emular y mantener en diversos espacios, quizás sin las dimensiones que logren el impacto necesario para que emerjan revoluciones triunfantes aún, pero sí guardando la importancia y la trascendencia de haber dejado el ejemplo y la esperanza que hoy inspira a muchos movimientos revolucionarios que son materia prima del accionar emancipador en las nuevas etapas que vislumbran la construcción del otro mundo necesario y posible, donde no impere más la explotación del hombre por el hombre. Esa traducción creadora del marxismo coincide hoy en día en un mismo cauce con importantes corrientes del pensamiento revolucionario, tal como ocurre, por ejemplo, con mucho énfasis, con el bolivarismo en manos de potencias radicales que desde diversos flancos continúan la brega por la revolución continental en la forma que es esbozada ya de manera ordenada por el autor de Marx en su Tercer Mundo.

Entre lo más relevante del cúmulo de buenas cosas que contiene el trascendental libro de Néstor Kohan, está sin duda, entonces, su reivindicación de la praxis, de la subjetividad y la utopía como partes ineludibles del conjunto del marxismo, que impelen a exaltar y hacer honor a las “heroicas y abnegadas luchas protagonizadas por los revolucionarios latinoamericanos”, buscando que tengan su “correlato en el plano teórico”, lo cual implica –y he ahí un propósito cardinal del estudio de filósofo y militante político– “terminar de ajustar las cuentas pendientes con la metafísica materialista del DIAMAT, y repensar el significado y el sentido de los problemas más profundos de la totalidad de la filosofía marxista y de su teoría de la historia. Los que pelearon y murieron por un mundo mejor se lo merecen. Todos nosotros, que continuaremos esa lucha, también”.

Sin atender a canonizaciones, desafiando y batallando desde nuestro propio pensamiento y nuestras propias experiencias…, escupiendo esquemas, actuando sin calco ni copia, sin volver o sin caer en la deshistorización legada por el manualismo dogmático y el ríspido eurocentrismo que han desfigurado al marxismo y el pensamiento revolucionario en general, habrá que continuar pensando desde sí mismos, desde nuestra propia realidad sin perder de vista las experiencias de las luchas de los pueblos del orbe; habrá que seguir batallando sí…, en fin, por liberar a la historia de la metafísica. Y releer la historia es refundar la filosofía desde las más genuinas raíces del pensamiento emancipador, retomando el pensamiento marxista en convergencia con los nuevos aportes, que sí los hay, como la "guía para la acción", como el método del "análisis concreto de la situación concreta", que nos permita superar dogmatismo y la sumisión intelectual, dejándonos instruir por la realidad cambiante; es decir, ejecutando genuinamente la praxis, liberando, por qué no, al leninismo del sarcófago del DIAMAT y al marxismo todo del purgatorio de sus distorcionadores cuyas majaderías y yerros, por desgracia, se le suelen acuñar al pensamiento que han desdibujado.

La obra de Kohan trae nutrimentos para afianzar la convicción de que los revolucionarios estamos en el deber de continuar la lucha por la emancipación mundial, desde el realismo real y el mágico de nuestra existencia latino-caribeña, tal como lo soñara Bolívar; prosiguiendo la búsqueda del equilibrio del universo; construyendo, en principio, la Patria Grande, como proyecto de derrota del imperialismo, efectivamente con la dinámica de la revolución permanente del ser y de la conciencia, del sujeto y de la sociedad, sin sentarse a esperar “que las contradicciones `objetivas´ materiales todo lo determinen, y ganar la dirección política y cultural de la masa popular”. He ahí el ejercicio de la hegemonía al que se refiere Kohan.

Habría entonces que persistir en dar dimensionalidad y concreción a la siembra de la moral y las luces, de las que habla el Libertador, ya en la vida o desde la muerte misma según el criterio del Walter Benjamin, con el ejemplo que se siembra en la praxis emancipatoria, más allá de que las condiciones estén o no dadas para hacer el asalto de los cielos; pues jamás habrá que decir frente a cualquier circunstancia en que nos coloque el imperio y las oligarquías, o aquellos mismos que desde la acera revolucionaria prioricen intereses de Estado creyendo que la defensa temporal de sus avances se debe hacer sacrificando el interancionalismo y la solidaridad, que “¡No se debía haber empuñado las armas!” [...] Risa debe darnos siempre tal pretensión de los enemigos de las utopías, pues al revolucionario le corresponde estar del lado de quienes admiran el “intento” de tomar el cielo por asalto y no optar por “materialismos” y “ortodoxias deterministas” colmadas de inacción y derrotismo.

Es muy importante resaltar que la humanización, que de Marx, Lenin y los pensadores forjadores del marxismo retoma Kohan, es nodal en la valoración positiva de su aporte al desarrollo del pensamiento marxista. Justa es su observación, por ejemplo, al “peligroso acercamiento a la filosofía de la historia universal” que hace Marx cuando “emplea ciertos términos cuya carga semántica es ideológicamente inexcusable: se refiere a la "civilización" occidental y a la "barbarie" de los pueblos no occidentales”

Justa y acertada es la crítica constructiva a “El uso categorial de la dicotomía `civilización-barbarie´, la firme creencia en el carácter progresivo de la expansión mundial inaugurada por la moderna burguesía occidental y la explícita descalificación del mundo rural –al cual no se duda en atribuirle cierto “idiotismo”–, constituyen una sólida matriz de pensamiento cuyos hilos teóricos estarán invariablemente presentes El Manifiesto”: “La burguesía ha sometido el campo al dominio de la ciudad. Ha creado urbes inmensas; ha aumentado enormemente la población de las ciudades en comparación con la del campo, sustrayendo una gran parte de la población al idiotismo de la vida rural." (C. Marx y F. Engels, El Manifiesto del Partido Comunista. p. 38). Lo cual implica una peligrosa carga ideológica que para el caso de América Latina puede terminar sentando bases discriminatorias similares a las que ya practicaba Charles Darwin, quien valga decir de paso, con acento “docto” despliega en sus narraciones seudocientíficas sobre los patagones el racismo más abyecto e inadmisible. No es el caso de Marx, obviamente, y hay que precisar, como oportunamente lo hace Kohan, que en él la dicotomía en cuestión no remite, ciertamente, “a la simple reivindicación de la propia comunidad frente al rechazo y descalificación de todas las demás –clásica y milenaria ideología etnocéntrica a la que el Occidente moderno y capitalista le agregó en el siglo XVIII el racismo– sino que es utilizada en un sentido técnico antropológico, haciendo referencia a un estadio evolutivo del desarrollo histórico”.

Como humano, Marx no era infalible, es una de las grandes enseñanzas que se derivan de esta relectura del marxismo desde el punto de vista realmente marxista; como expresaba el maestro Juvenal Herrera, Marx no es el papa de Roma, “infalible”, como lo muestra también su lamentable diletancia sobre la personalidad y la obra de Bolívar Libertador. Igual se puede reflexionar sobre los aportes y yerros de Engels con el ejemplo que bien trae a colación el profesor Kohan cuando observa de manera crítica cómo desde la perspectiva – “progresista” – el entrtañable amigo y coopartidario del filósofo de Tréveris festejaba el impetuoso avance del imperialismo yanqui en América Latina:
“En América hemos presenciado la conquista de México la que nos ha complacido. Constituye un progreso, también, que un país ocupado hasta el presente exclusivamente de sí mismo, desgarrado por perpetuas guerras civiles e impedido de todo desarrollo, un país que en el mejor de los casos estaba a punto de caer en el vasallaje industrial de Inglaterra, que un país semejante sea lanzado por la violencia al movimiento histórico. Es en interés de su propio desarrollo que México estará en el futuro bajo la tutela de los Estados Unidos” (Cita de Kohan).
En el mismo sentido, se preguntaba sin pudor Engels un año más tarde: “¿O acaso es una desgracia que la magnífica California haya sido arrancada a los perezosos mexicanos, que no sabían qué hacer con ella?". (Cita del mismo contexto)
Entretanto Bolívar, El Libertador, así no hubiesen condiciones objetivas para sus propósitos, pensaba en la emancipación definitiva del imperio del norte del que ya veía y advertía sobre sus garras depredadoras y abogaba por la construcción de la Patria Grande nuestramericana. “De hacer lo imposible”, hablaba Bolívar, “porque de lo posible se encargan los demás todos los días”, lo cual no impidió que la marcha de la historia, hoy por hoy, haya puesto a converger estos pensamientos que más que diferencias se abrazan en profundas coincidencias, quizás más de las que hasta ahora la cuasivirginalidad de ese campo de estudio haya permitido dilucidar.

Así, a propósito de las relecturas, asumiendo la visión desde nuestra propia realidad, habría que decir que, como en el bolivarismo, para Marx tenía un lugar de importancia la exaltación de la individualidad creadora, el desarrollo universal de todas las capacidades particulares en la forjación del orden social.

Precisemos en que –y esto es percibible en los planteamientos de Kohan– releer o leer a Marx debe, para beneficio de las luchas emancipatorias del presente, llevar al interesado a mirar las ideas que en 1958 consignó en los grundrisse, en el aspecto por ejemplo y sobre todo del significado que tiene el desarrollo de la conciencia y de las individualidades humanas dentro de una revolución socialista.

En el íntimo regocijo del alma, el huevo cósmico también fue empollado por los anhelos. En el caos de la conciencia hierve también vencida la racionalidad monista, pues la materialización del ideal no puede ser sólo materialidad; no hay concreción más bella que la plena realización de la espiritualidad humana.
Es preferible en la praxis revolucionaria la espiritualidad humanizada que la materialidad y la racionalidad inhumanazada, o que la inquisición contra las ideas, contra los sueños…, contra la utopía. Osemos a no dejar de lado la científica creatividad de la imaginación humana.

No arrancar el alma al pensamiento de Marx implica no echar al cesto de la basura la hermosura misma de su lenguaje exquisito, muchas veces esclavizado por las traducciones y más aun por las tergiversaciones, que castran las muchas bellas metáforas que atavían sus precisiones científicas…, su humano método de análisis y comprensión de la historia que, más allá de equivocaciones en algunos aspectos de la parte predictiva, mantiene sus planteamientos sobre el análisis de la producción capitalista como vigentes, indispensables e incólumes.


Pertinente y necesario ha sido que el maestro Kohan traiga a colación la suma importancia de GRUNDRISSE DER KRITIK DER POLITISCHEN OEKONOMIE, o los “Fundamentos de la crítica de la economía política” de Marx, indicando el poquísimo conocimiento que aún existe de estos “principios” o “líneas fundamentales” y la necesidad que crece de asumirlos para el mejor entendimiento y aplicación del marxismo, en tanto a cualquiera que se pretenda luchador por el socialismo entrega suficientes insumos sobre el asunto insoslayable de la unidad de la teoría con la práctica, como factor esencial en un marxista consecuente y cabal.

Finalmente, resaltemos que la obra de Kohan enseña a abordar el marxismo fuera y como superación de la recurrente práctica de tomarlo como un cuerpo hierático de doctrina que no necesita de comentarios críticos y recambios teóricos estructurales; lo cual implica, ciertamente, asumir una visión científica del tema, que va mas allá de la “fe” que pueda tenerse en una concepción y visión del mundo.

Su marxismo no es una ritualidad de la ortodoxia, ni la de un cancerbero feroz de verdades absolutas. No pretende que tiene en sus manos una roca muerta o una doctrina a la que no se le puede criticar o someter a revisiones y cambios.

El marxismo ha transitado en las manos de sus difusores el karma de la tergiversación o de su reconversión que se bate entre la religiosidad y la herejía. En Kohan, la búsqueda es por librarlo de esos fardos, y eso lo hace más con herejía y contra toda religiosidad refiriéndolo especialmente al “tercer mundo”, a la América Nuestra. Lo hace yendo a las entrañas del monstruo de la desfiguración; es decir, auscultando en los resultados de su aplicación a la “luz” del DIAMAT, pero con la bitácora de las fuentes originarias y sus contextos de formulación, con los que coloca en claro las deformaciones que a nombre del mismo marxismo se han hecho desde el pernicioso eurocentrismo y desde el aún más pernicioso dogmatismo, analizando el discurrir histórico, llamando a pensar con cabeza propia y sin fetichismos. Es este estudio del marxismo, por la documentada herejía misma que vence el dogmatismo y la ortodoxia, una acertada definición del mismo como un movimiento intelectual teórico-práctico que siempre está cuestionándose a sí, sus bases fundamentales, su método…, aunque permanezca “inalterable” obliga a cambios constantes sobre todos los asuntos de su estudio.

El basamento sobre la unión dialéctica entre teoría y práctica de donde deriva el criterio de la verdad, sometiéndose a sí misma al rasero de la práctica histórica, es lo que retoma Kohan, recordando que en los criterios de Marx la variación es una constante que fluía pegada a la constatación de los acontecimientos económicos, políticos y sociales sobre todo del escenario europeo.

Con el rasero de la práctica, las elucubraciones que se han dicho marxistas son miradas por Kohan, en el escenario del tercer mundo, mostrándonos un Marx cuyas teorías en medio del manoseo de las tergiversaciones y dogmatismos sale victorioso aún en medio de la refutación de muchos elementos de su teorización, en medio de los reveces de fallidas predicciones o diagnósticos sobre el paso al socialismo. Pues lo nodal del análisis respecto al capitalismo, punto teórico “principal dentro del sistema de pensamiento socio-económico de Marx” se mantiene incólume. Y en esta conclusión no ha dubitación alguna, pues Kohan sienta plena convicción de que Marx, como ningún otro pensador, pone al desnudo el genoma del capitalismo, lo penetra y diagnostica el paso al socialismo con acierto, pues no cae el autor de Marx en el Tercer Mundo en la trampa, o en el error que cuestiona la formulación de algunas tendencias previstas endilgándole las fallas de la realidad histórica que no se adaptan a su socorrida teoría.

Kohan nos hace recordar de una u otra forma que en las Ciencias Sociales la pronosticación es un asunto de identificar tendencias. De tal manera que en Marx es esencial su profundo diagnóstico de la sociedad capitalista del medio siglo XIX y sus pronósticos principales, como que, por ejemplo “Hoy, toda sociedad está preñada de su contrario”. La sociedad capitalista, según hoy se constata, seguirá, entonces, gestando en su seno las contradicciones que lo llevarán a su sepultura.

De tal manera que bien nos podemos preguntar hoy si ¿hay o no una crisis estructural que responde a las previsiones científicas que no proféticas del marxismo?

Pues está claro que construir el socialismo desde una visión marxista no consiste en aplicar a pie juntillas, literalmente y sin crítica alguna lo que Marx dice en sus libros respecto a asuntos sociales de realidades concretas. Es su método e inspiración, lo retomable como instrumento de análisis, puesto al servicio de la humanidad para romper cadenas. No se le puede endilgar a Marx, no se le puede cuestionar por los desaciertos, tergiversaciones y fracasos de quienes se llamen marxistas.

Bienvenido sea nuevamente Marx en su Tercer Mundo; bienvenida, ojalá por largo tiempo, la crucifixión que de manera tan original y sin sonrojos hace Néstor Kohan de los dogmas de la ortodoxia deformadora del marxismo que, como nefasto efluvio pestilente, ha manado del DIAMAT. Sin duda, tendrá que ir este texto también en las mochilas de la insurgencia como munición certera contra el imperialismo y contra las oligarquías, coadyuvando a las victorias que tanto se requieren para que, como alternativa al caos en que el capitalismo sumerge al hombre y a la naturaleza, florezca sin más demoras el socialismo

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