viernes, 6 de mayo de 2011
libro "SIMON BOLIVAR Y AL GUERRA DE GUERRILLAS"
"La Soberanía del pueblo, única autoridad legítima de las Naciones."52 52S. Bolívar, Al Congreso Constitucional de Bolivia, ob. cit, tomp II, pág. 1229. Bolívar nunca definió doctrinalmente al pueblo. Pue¬de pensarse que lo concebía como la totalidad de los venezolanos, adoleciendo, para la época, de las modernas concepciones sociales. Caracterizado el pueblo como el conjunto de clases sociales, grupos y personalidades inte¬resadas objetivamente en el progreso de una nación en una etapa dada de su desarrollo, esta concepción corrobora la tesis bolivariana de la soberanía popular. Bolívar en¬tiende que este conglomerado humano es el fiel de la balanza, la única autoridad legítima. Pero este enfoque no se puede identificar con la caricatura que posteriormente han hecho de ella los ideólogos y políticos del democra¬tismo burgués y pequeñoburgués. En absoluto. Así, por ejemplo, se pretende reducir el amplio y rico ideal liber¬tario con las simples y engañosas elecciones en lapsos de cinco o más años. La soberanía del pueblo se ejerce todos los días, en su unidad, en su combate, a través de todas las formas de lucha que hagan reivindicar su autoridad. Bolívar alertaba contra el fantasma de las elecciones ile¬gales y fraudulentas, como previendo el nuevo mascarón demagógico que nublaría, negándola, la legítima autori¬dad popular: "En ninguna parte las elecciones son legales —señala en su escrito sobre la América española—: en ninguna se sucede el mando por los electos según 'la ley. Si Buenos Aires aborta un Lavalle, el resto de América se encuentra plagado de Lavalles... Si Pueyrredón se roba el tesoro público, no falta en Colombia quien haga otro tanto. Si Córdoba y Paraguay son oprimidos por hipó¬critas sanguinarios, el Perú nos ofrece al general La Mar cubierto con una piel de asno, mostrando la lengua se¬dienta de sangre americana, y las uñas de un tigre."53 63Árticulo de prensa, ídem, pág. 1301. Tampoco la soberanía popular bolivariana se comprendía —como se ha hecho escuela desde la Independen-:a— aprobando Constituciones con derechos humanos de papel, meramente formales, que no aseguran y mucho menos garantizan su ejercicio real por los ciudadanos. En absoluto. Se ha dicho, como tesis historiográfica original, que el drama de nuestros pueblos ha sido la impractica¬bilidad de las Constituciones aprobadas. ¡Qué sarcasmo! siempre, en todas partes donde los opresores impongan su explotación y despojo, habrá divorcio entre lo formal los hechos, entre la teoría y la praxis. Sólo el ejercicio soberano de la autoridad popular asegura que la Constitución aprobada se lleve a la realidad, imponiendo derechos humanos de carne y hueso. Entonces no se trata de algo peculiar a Latinoamérica, sino una verdad consustanciada con toda la fuerza social del universo. El mismo Bolívar lo decía:"No hay buena fe en América, ni entre las naciones. Los tratados son papeles; las Constituciones, libros; las elecciones, combates; la libertad, anarquía, y la vida, un: tormento."84 2) Sólo el pueblo unido es soberano. La potestad popular sólo está asegurada en su unidad. Dividido el pueblo, el opresor lo somete. Su fuerza, su soberanía está en su unión. Esta concepción le da un alcance profundamente democrático-popular a la tesis bolivariana, por encima del democratismo-reformista contemporáneo, que desea disminuirla a las susodichas eleccio¬nes fraudulentas y continuistas cada lustro con derechos de papel abreviados a su impresión tipográfica. Dijo el 'Libertador el 16 de diciembre de 1826: "Allí el pueblo ejercerá libremente su omnipotencia, decretará sus leyes fundamentales. Tan sólo él conoce bien y es dueño de su suerte; pero no un poderoso, ni un partido, ni una fracción. Nadie sino la mayoría son Soberana. Es un tirano el que se pone en lugar del pueblo potestad, usurpación."55 55A los venezolanos, desde Maracaibo; ob. cit, tomo II, pági¬na 1236. S. n. Eso es lo que hemos vivido: regímenes de usurpación, siempre una minoría gobernante: un caudillo, una fracción de la sociedad. Con la agravante de que esta fracción en el poder traiciona, frente al vasallaje extranjero y explotador criollo, los intereses y objetivos del pueblo manteniendo el mismo estribillo de dominio y expoliación. Como usurpadores se enriquecen, destilan whisky y idas, espadas y bayonetas, discursos y peroratas, mientras la bota encarnecida acogota a nuestra pueblo, ella exigencia de unión, al morir en Santa Marta, para cesasen los partidos, no tiene ese contenido román¬tico e idealista que interesadamente se le ha querido dar, sino la profunda exigencia de que sólo en la unidad el pueblo es soberano. ¿Cuándo ha estado unido nuestro pueblo? Primera¬mente, en vida de Bolívar. Su epopeya bélica ciñó con unión los laureles conquistados por el pueblo. ¿Qué fue independencia sino un salir de casa a empuñar el arma con el otro, frente al enemigo común, a pesar de las diferencias intestinas? La unidad popular como funda¬mento de la soberanía del pueblo se fraguó en el surco fecundo de la guerra revolucionaria independentista. En .e! curso de aquellos años, la balanza se inclinaba a las tuerzas patrióticas en la medida que los propios éxitos militares y políticos hacían engrosar el frente unitario del pueblo. Después se inició la división y, con ella, la opre¬sión. El movimiento guerrillero federalista volvió a hacer praxis la unidad del pueblo, a través del combate. Recien¬temente vimos, cual crisol relancino, la unidad del 23 de enero, derrocando al déspota. Pero tras cada unidad popu¬lar, emerge la hidra de la opresión dividiendo al pueblo. Hasta que el pueblo diga: basta ya de despotismo, y con liste, al calor de sus combates, la victoria definitiva contra el opresor. Hagamos nuestro el testamento dejado por Bolívar, minutos antes de morir, cual sagrado compromiso: Si mi muerte contribuye para que cesen los partidos se consolide la Unión, yo bajaré tranquilo al sepulcro.116 aspira a la unidad del pueblo; clama contra la división partidista. Su mensaje póstumo anega la consabida demagogia politiquera del democratismo burgués, mediante el cual se engaña al pueblo. Bolívar exige la unidad popular genuina y revolucionaria, forjada al calor de la guerra emancipadora, y no la unidad formal y ambigua, que busca la resignación de las masas populares: "Para sacar de este caos nuestra naciente República, todas nuestras facultades morales no serán bastantes si no fundimos la masa del pueblo en un todo: la composición del Gobierno en un todo: la Legislación en un todo: eI espíritu nacional en un todo. Unidad, Unidad, Uni¬dad, debe ser nuestra divisa. La sangre de nuestros ciuda¬danos es diferente, mezclémosla para unirla: nuestra Cons¬titución ha dividido los poderes, enlacémosla para unirlos; ¡ Ese es el legado de Bolívar! 3) El pueblo que combate, al fin triunfa. Este es el tercer precepto en el análisis de la soberanía popular. Significa —como la célebre frase—: la libertad no se exige, se conquista. El pueblo habrá de alcanzar soberanía mediante la lucha. Si la unidad del pueblo es condición de su autoridad soberana, el combate es la fuerza determinante para hacer realidad ese objetivo. La combinación de una y otra las comprende Bolívar, con una plasticidad digna de su genio. El 7 de noviembre de 1819dijo a los ilustres hijos del Cauca: Las armas de la libertad, que han redimido las más florecientes provincias de Colombia, han dado a vuestro valor el impulso que deseabais. Vuestras manos han roto cadenas: vuestros grillos han pasado a los pies de vuestros enemigos. Siempre seréis libres porque queréis serlo. El pueblo que combate, al fin triunfa."53 Este es un canto a la batalla. Entiende que son objetivas fuerzas históricas que oprimen y motorizan a los pueblos. Que el opresor somete al oprimido bajo el filo de la espada. No cabe libertad, sino en el compromiso de lucha. Y quien entra en la refriega termina por con¬tar la victoria. La brega constante de los pueblos termina por coronar su perseverancia. Nada en la vida niega esta afirmación. En el borrador del texto anterior había anotado: "porque el pueblo que combate con fe, por fin triunfa". ¡Qué claridad tan meridiana! Con fe, es decir, la profunda convicción de que el camino emprendido por duro que sea, no hará decaer nunca los ánimos. _ quiere otra lección más enervante la juventud presente de América? -4) La justicia social hace a todos los hombres iguales: ciudadanos de una sola clase. Refiriéndose al artículo 4.° de la proclama de Ocurnare, del 6 de julio de 1816, sobre la libertad de los escla¬vos, el Libertador ratifica su contenido en mensaje envia¬do al presidente de la Alta Corte de Justicia: "La natu¬raleza, la justicia y la política exigen la emancipación de .os esclavos. En lo futuro no habrá en Venezuela más que una clase de hombres: todos serán ciudadanos".59 ¿Cómo habría de saber Bolívar que nuevos esclavistas se enseño¬rearían sobre el suelo de América? ¿Cómo habría de comprender que nuevos opresores mantendrían aherroja¬dos a los americanos? ¡Ciudadanos! ¡Cuan cara ha costado a nuestro pueblo esta palabra! Y por ella necesitamos seguir batiéndonos hasta que el reino de la justicia se haga realidad bajo nuestros cielos. Un nuevo esclavismo nació. El esclavo se hizo campesino enfeudado. Así han transcurrido los siglos. Su manu¬misión fue un hecho terrible. La guerra federal quiso reivindicar la epopeya pasada, pero también fue traicio¬nada. El campesino siguió pagando con su miseria el despojo de los opresores. Advino entonces el obrero: manu¬facturero, industrial, minero. Nuevos esclavos de los ex¬plotadores. Seguía sudando el pueblo venezolano el vasa¬llaje del imperio extranjero y la explotación de los capita¬listas v terratenientes criollos. Una clase de hombres, todos ciudadanos; y estuvimos y estamos divididos: ciudadanos presores y oprimidos; ricos y pobres; ostentosos y humil¬des; terratenientes y campesinos; burgueses y proletarios: magnate yanqui e indígena criollo; victimarios y vícti¬mas; perseguidos y perseguidores; gobierno y oposición... todos ciudadanos: el ansia de justicia corroe las entraña de nuestro pueblo. Y habrá justicia social. Y se eliminarán las vergonzosas divisiones. Y la explotación, la opresión y el vasallaje darán libre curso a la justicia la libertad y la soberanía cuando el pueblo unido combata hasta obtener J triunfo como decía Bolívar al dirigirse a los peruanos. el 13 de febrero de 1824: "La justicia también os favo¬rece, y cuando se combate por ella el Cielo no deja de conceder la victoria."60 Este es el penetrante sentido democrático-popular que tuvo para el Libertador el principio de la soberanía. Se ha temido exponer con toda su carga —equivalente a la que dinaminó de la gesta emancipadora de la cual él fue simple instrumento— esta profunda concepción tan avanzada y progresista, haciéndose una caricatura democrático-burguesa de su pensamiento. Si bien se alimentó de esta ideología, es necesario recordar: 1) Que no formaba parte de esta clase, inexistente entonces en Venezuela; 2) Que se inspiro en sus principios universales, para entonces los rizados; 3) Que Bolívar fue producto de la misma revolucionaría nacional cuyos alcances se perdían en el horizonte. En consecuencia, su doctrina democrático-popular debió recoger toda la pujanza que electrizó a pueblo en la guerra por la libertad. Quienes no comprendan este hondo sentido ideológico de la obra bolivariana seguirán engañados. La figura que simboliza, con toda su fuerza, el pensamiento soberano-popular del Libertador —aun cuando paradójico— es la del indómito Piar, coronada en su gesta de San Félix, que garantizó una base de operaciones como asiento de la república. Piar será ejecutado por orden de Bolívar. Pero Piar representa la exigencia urna de la soberanía popular y la justicia ciudadana en el curso de la guerra emancipadora. Omitimos el análisis de su choque con el Libertador, producto, como se sabe, contradicciones internas que motorizaban el proceso revolucionario; mas, independientemente del análisis, la de Piar resplandece frente a la de Bolívar, anunciando una epopeya peculiar de su propia personalidad. Caída la segunda república, mancillado al fin Maturín después del desastre de Úrica, donde por contrapartida obtuvo la muerte de Boves, los revolucionarios optaron por consolidar nuevas bases de apoyo para su guerra revolucionaria. Piar es perseverante en la idea del Orinoco. Tomar Guayana y tener el caudaloso río por escudo la garantía de un cimiento seguro para la republica. En este ideal constante, toma sus propias determinación y comienza a cubrir de laureles esa otra Venezuela Intentando tomar la misma Angostura, en audacia”. Desiste al ser rechazado y marcha hacia las Misiones del Caroni, a fortalecer sus posiciones. Ocupa a Upata. Toma cerca de 47 pueblos y caseríos. Pone coto a la servidumbre de los indígenas, volviéndolos a la libertad, .derrota al español Torrealba, aniquilándolo. Por las riquezas de la zona, el ejército revolucionario queda copioso recursos. Envía a Pedro León Torres hacia las fortaleza Guayana la Vieja; a Cedeño a hostigar el estrecho de Angostura, baluarte de los realistas; reorganiza las misiones religiosas de la comarca, bajo el mando del cura revolucionario José Félix Blanco, quien trocó la sotana por el fusil guerrillero en actitud ejemplar que en el sacrificio heroico de Camilo Torres cobró continuidad histórica. Piar se apresta a iniciar operaciones, comunicándoselas al Libertador. Pero los realistas no se arredran. Morillo envía al gene¬ral La Torre hasta Angostura, para impedir su captura. Este amenaza la base patriota del Caroní. Piar se entre¬vista con Cedeño y luego con Bolívar, que arriba, con pequeña escolta, al margen del Orinoco. Llegan a conocer los planes del enemigo: atacar desde Guayana la Vieja las posiciones republicanas del Caroní. Vuela Piar a su cuartel .para embestir a La Torre y Cerruti, gobernador de la provincia: San Félix. Pasa revista a sus tropas: 2.200 combatientes, débilmente armados. La Torre cuenta con i.600, todos bien armados. La gente de Piar eran indios de la comarca, 400 jinetes y no más de 500 fusileros. \nzoategui, León Torres, Salom, Briceño Méndez, están al Frente. Los realistas se aproximan a San Félix. Los pa¬viotas esperan. Piar con la caballería avanza hasta San Miguel, sin encontrar enemigo. El 11 de abril de 1817 ice el mismo movimiento. Entonces llega La Torre a San Miguel. Nuestro ejército sale a la llanura en busca de contienda, con Anzoátegui al frente de la caballería. La Torre pasa al ataque, impidiendo la toma de posicio¬nes de nuestras tropas. Tres columnas ofensivas desplie¬gan los españoles contra nuestros carabineros. En su dia¬rio, Piar describe palmo a palmo la batalla. En un cambio de timón, ordena que Anzoátegui se ponga al frente de Ja infantería, mientras él mismo encabeza la caballería. Arroja ésta sobre las espaldas del enemigo. Los 500 indios elevan sus flechas al cielo. Cae el coronel Chipia, co¬mandante del batallón Barlovento. Salom ocupa inme¬diatamente su puesto. Piar arremete con sus jinetes una otra vez. Como un combatiente más —desmintiendo Bolívar— cae sobre las columnas opresoras. Esto provoca una retirada pasmosa de los realistas, que los nuestros aprovechan para contraatacar. "¡Viva Piar! ¡A la bayoneta! gritan los nuestros, pasando a la ofensiva en toda la línea. Media hora después el ejército de La Torre estaba destruido. Confuso, busca afanoso salvar la vida. San Fénix sellaba la suerte de la naciente república, coronaba a la campaña emprendida por Piar. La revolución emancipadora se granjeaba un nuevo blasón para establecer su gobierno. La Torre logra escapar, apenas con 17 suyos. A 600 muertos, 200 heridos y 500 prisioneros ascendieron en hombres la pérdida de los realistas. Piar pasa por las armas a los jefes rendidos, entre ellos al coronel Cerruti, conocido por su odio implacable contra los patriotas. En cambio, a los venezolanos apresados les devolvió la libertad. La victoria de la revolución estaba asegurada: inevitablemente caería Angostura, y la patria y el Libertador tendrían bajo sus pies una sólida base para engrandecer la república. ¡Lástima que ella se haya sal¬lado con la sangre rebelde de Piar!, meses más tarde, Pero allí está su gesta.. La campaña de Piar y la corona de San Félix permitieron que se celebrase el histórico Congreso de Angostura, desde donde el Libertador echó al mundo las bases doctrinales que habrían de establecer, mediante leyes, los principios democráticos perseguidos por la guerra _revolucionaría. El principio de la soberanía popular comienza a hacerse carne en Angostura. La rebeldía de Piar, su indómita fiereza, hizo posible tan loable faena. Por eso, COMO ha escrito nuestro Eduardo Blanco: . "El silencio de los sepulcros ha pretendido acallar todo ruido que no sea el de los sollozos de la Patria, en torno a aquella abandonada y solitaria sepultura; pero en vano: d eco de cien victorias resuena constantemente en derre¬dor de aquella tumba, y el Guarapiche, el Caura, el Caroni y el majestuoso Orinoco murmuran en sus ondas las insignes proezas del héroe de San Félix."61
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- Jacobo
- Voy Tras la huella que un día Marulanda desde Marquetalia luchando trazo, quiero seguir sus pasos ser Hombre nuevo, en el combate ser el primero, peleando siempre por la verdad.
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