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lunes, 16 de mayo de 2011

LA ESPADA DEL SIMON BOLIVAR




SEGUNDA PARTE DE

EL DIÁLOGO COMO ALTERNATIVA DE PAZ: UNA CONSTANTE EN LA POLÍTICA DE LAS FARC-EP
6. TLAXCALA: LA PAZ FRUSTRADA.
Las negociaciones de Tlaxcala son la continuación del mismo proceso iniciado en Caracas. Desde el principio, la guerrilla había insistido en la necesidad de la participación amplia de las masas populares a través de diálogos regionales en torno al aspecto del cese al fuego, expresando que éste debía ser bilateral para que fuera real y práctico. Se había propuesto celebrar tres “encuentros nacionales” que trataran los siguientes temas globales:

Violencia política y derechos humanos.

■Corrupción administrativa.

■Política de administración de los recursos naturales (especialmente del petróleo).


Ese era el deseo con el que de buena fe actuaba la CGSB; pero la realidad que se desarrollaba era otra. Pues aunque teníamos esa idea lamentablemente el núcleo principal del gobierno cedió a las presiones de los elementos más recalcitrantes de las Fuerzas Armadas, cuya decidida oposición a las negociaciones de Caracas era notoria. Así, la unilateralidad guerrillera de cese de fuegos era impensable bajo aquellas circunstancias. Por ello, en México la CGSB de entrada reiteró la posición de que el cese de los fuegos debía ser necesariamente bilateral y que éste no tenía por qué ser el punto de arranque sino el conclusivo de las negociaciones, y que en lo fundamental había que entrar a tocar factores de fondo de la crisis nacional y que trasciende lo exclusivamente militar. Los conatos y amenazas de terminación del diálogo nuca cesaron por parte de los voceros gubernamentales argumentando pretextos que jamás podían superar el imperativo de la urgencia y necesidad de las negociaciones, hasta que se produjo el deseado –para los militaristas- rompimiento del proceso. En verdad este capítulo de la historia política colombiana dejó una nueva experiencia en torno a las dificultades que comporta un proceso de reconciliación en Colombia. Si bien la insistencia ciudadana y las exigencias de diálogo de la Coordinadora Guerrillera Simón Bolívar obligaron al gobierno a sentarse a negociar en las mesas de Caracas y Tlaxcla, las vacilaciones, autoritarismo e intolerancia oficiales hicieron desvanecer esas posibilidades de reconciliación. La perspectiva del gobierno se orientó no hacia la concertación en torno a compromisos que favorecieran al pueblo sino hacia la búsqueda de la rendición y entrega de los alzados en armas sin entrar a solucionar la razón de ser de su existencia consistente en los viejos y profundos problemas políticos económicos y sociales que agobian al país. Aquél proceso, de todas maneras, sirvió para mostrar nuevamente el sentido altruista de la guerrilla colombiana, expresado en sus profundas preocupaciones sociales, que se mantienen como una finalidad irrenunciable de la táctica y la estrategia de la lucha guerrillera que fuera ratificada en la Octava Conferencia de los farianos en la Plataforma de un Gobierno de Reconstrucción y Reconciliación Nacional. En el proceso de la lucha, sea con el diálogo o de la manera como lo imponga la oligarquía, vale tener presente que nunca pierden vigencia las palabras de Jacobo Arenas que nos enseñan que: “Los reaccionarios, cuya filosofía brota de la Doctrina de la Seguridad, ya no como concepción partidista sino como concepción de Estado, desencadenan por cuenta de la maquinaria bélica la llamada guerra interna, ahora denominada conflicto de baja intensidad con el objeto claro y preciso de impedir las luchas sociales y políticas para el progreso social. Toda acción por pacífica que sea, toda movilización, toda lucha es “subversión” y se hace necesario aplastarla en su gestación. Y como la lucha por la paz es “lucha”, ésta para el militarismo es la más peligrosa forma de subversión. Colombia sufre desde hace tiempos inmemorables el Estado de Sitio. La inmensa mayoría de la gente colombiana padece hambre en tanto una oligarquía voraz se hace a la riqueza nacional, arma hasta los dientes a sus lacayos y les encarga hacer la guerra sucia a fin de asegurar para siempre la defensa y el dominio de sus corruptos intereses. El retorno a la paz democrática no será posible sin el desmonte de la Doctrina Fascista de la Seguridad y la re-educación de los personajes civiles y militares que la encarnan. La maquinaria bélica actual del Estado colombiano es un monstruo dispuesto a hundir al país en la violencia y el temor al precio que sea…” (Jacobo Arenas, septiembre 1 de 1988). He aquí, entonces, algunos elementos que muestran, en este recorrido sucinto, que la búsqueda de la paz es una constante dentro del proceso de lucha revolucionaria de los guerrilleros de las FARC, pero que en contrasentido actúa el régimen tratando de sacar ventaja en cada intento de diálogo que emprende la insurgencia. En tal sentido, el proceso instalado a partir del 7 de enero de 1999 en la región del Caguán comprometió en su momento a todo el interés y el empeño por sacarlo adelante por parte de los farianos, en el entendido que nuestra historia es la historia de la lucha por la paz de los oprimidos. Así, nuestros anhelos y nuestros esfuerzos por la paz mostraron en cada momento estar cargados de esperanza en su posibilidad, pero con un optimismo realista que desprecia la ingenuidad; de un optimismo que nos empuja a mantenernos en el propósito del diálogo pero sin perder de vista el carácter tradicionalmente violento de una oligarquía sumisa a Washington que es arrogante frente a sus compatriotas pero arrodillada frente a los intereses y exigencias de las transnacionales del dólar y la expoliación. No obstante los tropiezos en la marcha sobre el intrincado camino de la búsqueda de la paz con justicia social, aún después del rompimiento de los Diálogos del Caguán por parte del gobierno del Presidente Andrés Pastrana, las FARC, en su Novena Conferencia de principios del 2007, expresaron su posición nítida respecto a una persistencia en buscar salidas dialogadas al conflicto, reconfirmando en ello que se trata no de una actitud de coyuntura sino de principio y profunda convicción. Cerremos esta nota citando un aspecto principal de su Manifiesto Político de 2007, que demuestra esta afirmación en la caracterización de la línea política estratégica de nuestro ejército popular bolivariano: “mantenemos levantada la bandera de la solución política a la crisis, que con la participación mayoritaria de los colombianos, pueda definir soberanamente la construcción de una nueva institucionalidad, de profundo contenido bolivariano como la señalada en la plataforma para un nuevo gobierno de reconciliación y reconstrucción nacional, que enrumbe a Colombia hacia el ejercicio pleno de todo su potencial democrático y progresista. Dentro de ese mismo espíritu reiteramos nuestra propuesta de canje de los prisioneros políticos. Para iniciar conversaciones es indispensable que el Estado ofrezca las garantías necesarias. La justificación para no otorgarlas solo esconde el ánimo revanchista de un gobierno incapaz de aceptar la realidad de la confrontación, que juega temerariamente con la libertad y vida de los prisioneros y es mezquino con el futuro de la Patria. El Plan Colombia y el Plan Patriota fracasaron y solo han servido para facilitar la mayor ingerencia y presencia del gobierno gringo en nuestro país, para incrementar la represión y el terror hacia los contradictores civiles del Régimen, para alimentar más a los corruptos de la administración, someter a los medios de comunicación y militarizar la vida nacional. La Novena Conferencia Guerrillera reitera, una vez más, el juramento fariano de lucha por una Colombia democrática, soberana y con justicia social. Nuestra voluntad por contribuir a alcanzar ese objetivo se ha dimensionado al calor de la confrontación actual. El balance sobre el cumplimiento de los planes fijados en la Octava Conferencia es positivo, nuestra fuerza política y militar se ha acrecentado lo que es inocultable para los colombianos que no se conforman con la información oficial sobre guerrilleros muertos, prisioneros y desertores. Nuestra fuerza está activa y pujante en todo el territorio nacional, el país y la comunidad internacional lo saben. Continuaremos desarrollando la construcción clandestina de Movimiento Bolivariano por la nueva Colombia como herramienta vital que lleva nuestra propuesta política a las masas, por organizar anhelos y sueños alrededor de acciones y tareas diarias en todos los sectores que quieren conquistarlos. Persistiremos en la organización y fortalecimiento del Partido Comunista Clandestino como instrumento indispensable en la lucha por el poder y por la construcción de la nueva Patria. Proseguiremos incansables nuestro esfuerzo por la unidad más amplia contra el terrorismo del Estado, la indignante ingerencia gringa, el abominable neoliberalismo, la lacra del latifundismo y el cáncer de la corrupción. Por encontrarnos con todos aquellos que luchan buscando los mismos objetivos en diferentes escenarios y modalidades. Persistiremos en nuestro compromiso con la unidad popular y democrática por la nueva Patria. Ninguna salida verdaderamente democrática, patriótica, de profundo contenido popular a la crisis nacional, podrá adelantarse en nuestro país sin la plena participación de las FARC. Última actualización el Jueves, 31 de Julio de 2008 07:13

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Voy Tras la huella que un día Marulanda desde Marquetalia luchando trazo, quiero seguir sus pasos ser Hombre nuevo, en el combate ser el primero, peleando siempre por la verdad.