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jueves, 19 de febrero de 2009

La prisión solo fortaleció mis convicciones.






Escrito por Ciro Caribe
jueves, 05 de febrero de 2009


No es necesario ahora explicar cómo lo logré, pero lo cierto es que hace algunos días recupere mi libertad, que había sido cortada por el régimen cuando me encontraba en cumplimiento de misiones en la ciudad. Como todas las detenciones que se producen por parte de las fuerzas de seguridad del Estado, la primera etapa siempre toca afrontarla en medio de torturas de orden físico y psicológico que sistemáticamente aplican los esbirros del gobierno por órdenes de las escuelas de entrenamiento dirigida por los EEUU.
Mi caso es igual al de muchos colombianos que padecen las detenciones producidas sin orden judicial y sin haber sido sorprendido en flagrancia. Luego bajo pretextos insólitos montan la orden de captura para mostrar la “eficacia” de los cuerpos de inteligencia y de la Fiscalía. Si la suerte está del lado del detenido este es llevado a las prisiones, porque en innumerables ocasiones se les desaparece y se les ejecuta a sangre fría por las propias fuerzas de seguridad, para luego ser exhibidos como trofeos de guerra. No son pocas las veces en que los detenidos son entregados a los paramilitares para que estos sacien con las víctimas indefensas sus aberraciones.
Fui condenado en un proceso viciado, violatorio de las más elementales normas jurídicas que nuestros juzgadores dicen defender. Las imputaciones sin sustento jurídico fueron elementos decisivos para la condena que me fue impuesta. El régimen estaba dispuesto a condenarme bajo cualquier circunstancia y para ello aplicaron procedimientos ilegales. Por ejemplo bajo las leyes penales del régimen el reconocimiento de un prisionero hay que hacerlo en un fila de presos; para mi caso lo hicieron en la audiencia pública que ni siquiera fue presencial sino virtual; al único testigo que lograron poner en mi contra, el DAS le pagó la suma de 40 millones de pesos por las falsas acusaciones que hizo para imputarme como terrorista.
No hay en la actualidad proceso judicial en Colombia contra dirigentes revolucionarios que no esté plagado de saña, de tergiversaciones y falsedades, orientadas a someter y desmoralizar a quien las sufre. No hay caso en el que se deje de tipificar el “delito” agravándolo, con la contrahecha e ilegítima acusación de terrorismo: rebelión con fines terroristas, concierto para delinquir con fines terroristas, lesiones personales con fines terrorista, extorción con fines terroristas etc., etc.
El delito político está proscrito por orden del presidente Uribe, y la rama judicial del poder público aplica como perro faldero las condenas o medidas que halaguen al tirano, sin importar que se lesionen derechos o clásicos conceptos de los cacareados “estados de derecho”, como es por ejemplo la independencia de las ramas del poder.
Apartándose de todo compromiso ético y verdaderamente social, las instancias judiciales aplican la “ley” con odios, con rencores y con profundo desprecio por las clases empobrecidas, tal vez porque a los más desfavorecidos hijos del pueblo, además de que no tienen las palancas ni el dinero para mover a su favor el engranaje, los ven como una amenaza a sus privilegios. Por otro lado es bien sabido que como en el escenario espantoso de los “falsos positivos”, donde el éxito se mide en litros de sangre y muertos que se suman, en los tribunales también se asciende por el número de condenas proferidas contra quienes se opongan al régimen. Entre más condenas tenga en su hoja de vida el funcionario judicial, más pueden escalar en pociones de poder, sin importa a cuanta gente inocente le arruinen la vida y le destruyan sus familias.
Por cuenta del sistema acusatorio colombiano y de su fiscalía inquisitoria, durante 6 largos años gravité en las prisiones que no son más que antros de descomposición y degradación de la conducta humana; en ellas vi y viví múltiples situaciones de violación a los derechos humanos por parte del IMPEC, que es el ente encargado de la custodia de todos los prisioneros. Son los carceleros del IMPEC una fuerza represiva que ha sistematizado todos los modos de tortura con entrenamiento de fuerzas especiales y con inmunidad para ejecutar todos los abusos y extravíos que estén a su antojo. Estos carceleros igual que las otras fuerzas represivas y de seguridad del régimen tienen su afinidad con el paramilitarismo a cuyos integrantes que caen circunstancialmente en prisión les otorgan ventajas de convivencia en contra de los demás sectores de prisioneros que en la mayor parte de los casos son obligados a vivir bajo el régimen interno de los paramilitares.
Sobre los prisioneros de guerra y presos políticos recae toda la venganza del régimen fascista y los carceleros buscan formas y métodos tortuosos que van desde el destierro de su patria chica hasta las complicaciones para recibir cualquier visita, incluida la de los abogados.
No obstante, debo decir que a pesar de todas las adversidades, hay una resistencia ideológica y política por parte de nuestros prisioneros que permanentemente se han opuesto a los intentos de reinserción al orden jurídico burgués. Todos los intentos en los que incluso agentes del IMPEC han participado, han fracasado y seguirán fracasando, porque nuestros compañeros son consientes del altruismo de la lucha política, y porque en cada uno de ellos hay valores cimentado con principios y profundo convencimiento ideológico que les hace fuertes a la hora de los reveses más crueles. Existe, sin duda, conciencia plena de que la dignidad de un verdadero revolucionario no puede ser mancillada bajo ninguna circunstancia, ni derruida por ninguna oferta que implique la traición y la claudicación.
Frente al canje todos los compañeros que quedaron allí en prisión, a mi salida, albergan la esperanza que pronto se dará, valorando ese inmenso esfuerzo que vienen haciendo las FARC; consientes de que es el único camino para conseguir la libertad de dirigentes revolucionarios contra quienes el régimen se ha ensañado. La disposición de lucha, la pertenencia y la subordinación al Secretariado nuca ha estado en dudad por parte de los verdaderos férianos en prisión.
A mi regreso a filas después de esa ominosa experiencia he encontrado un gran desarrollo y un avance en diversos frentes de lucha, desmintiendo todo lo mediático del régimen que engañando a los colombianos y al mundo nos presenta hoy como fantasmas. La solidaridad de muchos revolucionarios de Latinoamérica con nuestra causa se siente en la integración de nuestros pueblos, y nuestros compatriotas desde el campo, desde las barriadas, desde las fábricas y las universidades se movilizan por un mejor mañana. Nuestro movimiento sigue resistiendo protegido en el seno de las grandes masas populares y rompiendo el cerco apátrida que ha impuesto el fascista Álvaro Uribe. Firmes estamos, y con el convencimiento de que “por muy oscura que sea la prisión no dejará de brillar la razón”. La libertad será más temprano que tarde compañeros.
¡Hemos jurado vencer y venceremos!.

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Voy Tras la huella que un día Marulanda desde Marquetalia luchando trazo, quiero seguir sus pasos ser Hombre nuevo, en el combate ser el primero, peleando siempre por la verdad.