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viernes, 29 de abril de 2011

LA EMANCIPACIÓN DE AMERICA









Desde la célebre Carta de Jamaica se había asentado en !la ideología bolivariana que el destino de América estaba en su emancipación. Con pasmosa fuerza, caída la primera y la segunda república, solitario en esta isla del Caribe, Bolívar es categórico en su juicio. Considera inevitable, producto de fuerzas objetivas insoslayables, la conquista real de la independencia americana. Se alterna¬rán las derrotas con las victorias; podrán, incluso, domi¬nar transitoriamente los colonizadores españoles; pero ca¬da generación de nuevo tomará como baluarte la causa liberadora. Ninguna fuerza humana podrá detener este proceso. Semejante convicción prueba 'la compenetración histórica y social que la gesta bolivariana acrisoló desde los primeros años y aun en los instantes más infaustos.

Escribe Bolívar, comenzando su carta:

"El suceso coronará nuestros esfuerzos porque el des¬tino de América se ha fijado irrevocablemente; el lazo que la unía a la España está cortado: la opinión era toda su fuerza; por ella se estrechaban mutuamente las partes de aquella inmensa monarquía; lo que antes las enlazaba, ya las divide; más grande es el odio que nos ha inspirado la Península, que el mar que nos separa de ella; menos di¬fícil es reunir los dos continentes, que reconciliar los es¬píritus de ambos países... El velo se ha rasgado, ya he¬mos visto la luz, y se nos quiere volver a las tinieblas; se han roto las cadenas; ya hemos sido libres y nuestros enemigos pretenden de nuevo esclavizarnos. Por lo tan¬to, la América combate con despecho; y rara vez la deses¬peración no ha arrastrado tras sí la victoria."16

16S. Bolívar, Carta de Jamaica, ob. cit., tomo I, pág. 160.
17Ibid.
18Idem, pág. 162.

¿No es este mismo odio el que se cuece hoy contra el imperialismo norteamericano en el suelo de América? Hemos sido libres, sí, pero el destino nos ha deparado una nueva esclavitud. Tenemos que arrostrar de nuevo la vic¬toria y los clarines comienzan a trepidar los aires. Esta fe en el éxito futuro necesitamos arroparla. Para Bolívar era inconmovible. Poique los sucesos hayan sido parciales y alternados, nos aconseja no desconfiar de la fortuna. Con meridiana claridad, extrae el hecho necesario y objetivo de los percances azarosos:
"En unas partes triunfan los independientes mien¬tras que los tiranos en lugares diferentes obtienen sus ventajas, y ¿cuál es el resultado final? ¿No está el Nuevo Mundo entero conmovido y armado para su defensa?''17
Y si acaso llegasen, por ventura, a triunfar, a derro¬tarnos; supuesta la pacificación de los vencedores a san¬gre y fuego —como hoy la conciben los traidores—, ¿no se levantarán de nuevo los hijos de los actuales americanos contra los opresores de hoy?; "¿no volverán a formar den¬tro de veinte años los mismos patrióticos designios que ahora se están combatiendo?18 Semejante fe en la porfía revolucionaria remueve montañas y nos hace recordar la leyenda de Yu Kung. Y esa brega indomable por la liber¬tad es la que necesitamos trasmitir a los valientes de hoy. Es la historia y el pensamiento de Bolívar que necesita¬mos difundir.

El Libertador comenzó por definir al mundo ameri¬cano. Por trazar sus rasgos específicos, que lo distinguían en el concierto de las naciones del universo. Pequeño gé¬nero humano, con su mundo aparte. Nuevo en las artes y ciencias; viejo en los usos de la sociedad civil europea.

Americanos por nacimiento y nuestros derechos en Euro¬pa, hoy en Norteamérica. Necesitamos combatir para al¬canzar la libertad. La emancipación sólo surge de la guerra. A través de los siglos hemos morado en la pasivi¬dad e indiferencia, pusilánimes ante el ariete de la historia. Éramos nulos políticamente. ¿Acaso no lo somos hoy cuando toda Asia, África y el mundo se levanta encomiable contra el neocolonialismo agresor? "Estábamos en un grado todavía más bajo de la servidumbre y por lo mismo con más dificultad para elevarnos al goce de la 'libertad."19 ¿En qué grado nos encontramos hoy? ¿No somos simples siervos del vasallaje norteamericano? ¿El disfraz de la opresión no es aún más ignominioso? Pasivos hemos es¬tado, pero de nuevo el corazón de Quetzáícóátl comienza a latir. Por eso, el ultraje actual al hombre, la violación de los derechos humanos en nuestra América, tiene que fene¬cer, tal como Bolívar lo exigió en su histórica carta.
Estos americanos reducidos a siervos del trabajo y simples consumidores tienen un promisorio porvenir. El Libertador desea para América emancipada "la más gran¬de nación del mundo, menos por su extensión y riquezas que por su libertad y gloria".20 Estas ideas recorren una y mil veces su afiebrada mente. En d borrador de su céle¬bre proclama a los soldados vencedores de Ayacucho, del 25 de diciembre de 1824, escribió apostrofando el escena¬rio entero de América:

-5Id, págs. 164-165. 2°Id., pág. 169.


"Habéis dado la libertad a la América Meridional y una cuarta parte del mundo es el monumento de vuestra gloria. ¿Dónde no habéis vencido? Maturín, Güiria, Cu-maná, Úrica, San Félix, El Juncal, Alacrán, Quebrada Honda, Mucurítas, Calabozo, Sombrero, San Fernando, Yagual, La Victoria, San Mateo, Ocumare, Bárbula, Las Trincheras, Vigiríma, Los Horcones, Carabobo, Niquitao, Carache, Cúcuta, Vargas, Boyacá, Santa Marta, Tenerife, Cartagena, Palacé, Palo, Popayán, Pitayó, Juanambú, Bombona, Ibarra, Pichincha, Yaguachi, Junín y Ayacucho son los campos de las glorias de Colombia. La América del Sur está cubierta de trofeos de vuestro valor; pero Ayacucho, semejante al Chimborazo, levanta la cabeza ergui¬da sobre todos.
"Soldados, Colombia os debe la gloria que le dais, y el Perú vida, libertad y paz. La Plata y Chile os son deudores de inmensas ventajas. La buena causa del mun¬do —la causa de los derechos del hombre— ha ganado con vuestras armas su terrible contienda con los opresores. ¡Contemplad, pues, el bien que habéis hecho a la huma¬nidad con vuestros heroicos sacrificios!"21



21Id., tomo II, pág. 1200, A ios soldados del ejército vencedor de Ayacucho. Subrayado nuestro.


Cumplida la tarea, pasa balance al porfiado objetivo. Al comienzo, parecía un imposible; pero el curso de la lucha 'lo hizo realidad. Sobre doscientos mil cadáveres, Venezuela se hizo patria, bañada en sangre, saliendo de su casa, no a conquistar ajeno suelo, sino a extender la antorcha de la libertad a otros pueblos por exigencias de su propia defensa. Para Bolívar estaba claro que Vene¬zuela era libre emancipada enteramente América. Si el movimiento no era unísono, si los pueblos americanos no se levantaban en gallarda lid independentista, cualquiera en particular que lo intentase sería aniquilado. Los cientos de frentes guerrilleros que sacudieron el Nuevo Mundo, a lo largo de veinte años de guerra revolucionaria, hicie¬ron trizas los planes coloniales. España podía perfecta¬mente sofocar la revolución en una o más repúblicas; pero no podía en todas. Y en todas se alzó la tea de la liber¬tad redentora. Este principio estratégico político-militar brotaba de la misma situación existente de insurgencia americana suficientemente madura, que antes los precur¬sores de la emancipación habían sembrado con arrojo ejemplar. Bolívar era imposible sin Miranda. América in¬dependiente e igualitaria sin Chirinos. La cabeza de Ribas en 1815 hacía retumbar, en nueva onda, el eco inaudito de los mutilados cuerpos de Gua'l y España, en 1799.22 Era blanco él libro de la historia de América. Las pinceladas de Eduardo Blanco en su Introducción a Venezuela Heroica, en su florido ropaje, son acertadas. La quietud de la cautiva colonia hacía de la esclavitud su vida. Tres siglos de conquista y colonia habían adorme¬cido el espíritu de sus moradores. El vasallaje español! en¬terraba los hechos del Nuevo Mundo. Parecía que el sol se hubiese detenido y la cerviz doblada era el estado natu¬ral de] hombre americano. Nada recordaba el pasado. ¿Había historia? En la dialéctica del colono y el coloni¬zado, nuestras glorias eran las epopeyas de España. Mala conciencia: deformada, traumatizada. Parecíamos un manso rebano en torno del pastor. Yeso éramos:
"La vida corría monótona; por lo menos sin combate aparente, y con la docilidad de un manso río se deslizaba aprisionada entre la triple muralla de fanáticas preocupa¬ciones, silencio impuesto y esclavitud sufrida que 'le ser¬vían de diques.
"Nada respiraba: artes, industrias, ciencias, metodiza¬das por el temor y la avaricia, desmayaban a la sombra del régimen cauteloso en que se las toleraba. "Como polvo al fin, el pueblo vivía pegado al suelo: no existían vendavales que lo concitasen. /
Silencio y quietud era nuestra obligada divisa. Y privados de nuestros derechos no existíamos en el mundo."23
Ese canto de Virgilio vuelve a repetirse. Pero sus osa¬dos pliegues son diferentes. ¡Cuánto no ha cambiado el mundo! La historia avanza en su testarudez. En lapsos menores de tiempo, esa quietud fue repelida en la época de Gómez por la generación del 18 y del 28. Reciente¬mente, volvió a la carga contra Pérez Jiménez, y la inquieta juventud venezolana arrebató a la blancura de la historia un nuevo troquel acuñador de gestas. Y aquí es¬tán hoy, en Venezuela y en América, levantando de nuevo los espíritus, animando las energías resignadas, escribiendo nuevos fastos en el libro de la historia. La resurrección de los muertos, una y otra vez, perturba la tranquilidad de los opresores. Bolívar otra vez nace. Su sangre y su temple anuncian tempestades. Ayer, como hoy, vuelve la revolución.
Sucedió esto en la noche del 29 de abril de 1799: nueve días después fue ahorcado en la plaza de Caracas; su cabeza se mandó a colocar en La Guayra metida en una jaula de hierro,” (R. M. Baralt, Historia, U. d. Z., Maracaibo, 1960, tomo I, pac. 576). **E. Blanco, Venezuela Heroica, Ed. MEN, Caracas, 1951; pági-:4-15.
La guerra nacional de Independencia fue una profun¬da lucha social de esclavos contra amos, de campesinos enfeudados contra los terratenientes, de mulatos, negros y zambos contra blancos; pero, por sobre todo, fue la lucha del pueblo venezolano naciente, bajo la hegemonía de la nobleza territorial, contra el colonialismo opresor de la realista España. A diferencias de otros pueblos, las cir¬cunstancias históricas e internacionales hicieron posible que la guerra nacional de Independencia fuese dirigida por la nobleza territorial venezolana. Este movimiento emancipador es unísono en toda América: el 19 de abril de 1810 en Caracas; el 25 de mayo del mismo año en Buenos Aires; en Bogotá el 20 de julio; el 16 de septiem¬bre en México; el 18 del mismo mes en Santiago de Chile. La suerte de América está echada. La revolución, en marcha.

Un marginado de la revolución, a quien la tranquili¬dad de los años le ha hecho frenar su ímpetu juvenil, analizó acertadamente este curioso fenómeno de nuestra gesta emancipadora, conducida por la nobleza territorial y aguijoneada por la ideología revolucionaria de la joven burguesía mundial, particularmente la francesa y la norte¬americana, en sus respectivas revoluciones:
"En América hispana, la clase dueña de la tierra, propietaria de los grandes latifundios, la nobleza agraria, hizo suya la teoría revolucionaria de la burguesía. La via¬bilidad de esta teoría depende en gran parte de la democra¬tización del derecho de propiedad territorial, de la des¬trucción del latifundio, de la modificación radical de la economía sobre la cual basaban su fuerza los criollos nobles. Por eso la trayectoria de nuestra revolución de Independencia hubo de ser tan distintos a la revolución burguesa en Europa, no obstante sus contenidos ideoló¬gicos análogos. En Inglaterra y Francia, sobre todo en la última, dado el violento carácter de la revolución, la bur¬guesía atacó al feudalismo, lo golpeó especialmente en su punto vital: en su base económica. Arremetió contra la propiedad feudal para sustituirla por la propiedad ple¬beya. Los grandes latifundios de la Iglesia y de la nobleza se vendieron a los burgueses y a los campesinos. En América, por el contrario, el régimen de la gran propie¬dad territorial no sufrió modificaciones sustanciales. Aquí no había industrias, ni acumulación de capital; no había burguesía revolucionaria. De allí que, por circunstancias económicas e históricas, la nobleza criolla adoptó una ideología que no era suya; una ideología que para triunfar requería la destrucción de la base económica de la clase que la proclamaba. Jugó esa dase un papel revoluciona¬rio a pesar de su estirpe feudal, debido a que estaba ex¬cluida del poder político y para conquistarlo había de insurgir violentamente contra España."24


'Carlos Irazábal, Hacia la Democracia, Ed. Pensamiento Vivo, Caracas, s/f., pág. 77

Aquí caben, sucintamente, pequeñas observaciones. Es indudable:
1) Que el hecho decisivo de la revolución independentista es la lucha de clase de la nobleza territo¬rial por conquistar el poder político, del que estaba ex¬cluida;
2) Que unió este objetivo clasista intrínseco al clamor general y popular emancipador, por lo cual su acción cumplió un papel histórico revolucionario;
3) Que en este objetivo nacional-emancipador y clasista-específico tuvo que tomar prestada la ideología preconizada por la naciente burguesía, por ser la más revolucionaria de la época y por corresponder a la meta independentista.
Pero es necesario esclarecer:
1) Que no toma prestado todo el caudal ideológico burgués, sino justamente aquel que más se amoldaba a la batalla nacional: régimen republicano de ¡gobierno, la libertad entendida como soberanía, la igual¬dad de los ciudadanos. A un lado quedaban el resto de implicaciones económico-jurídicas;
2) Que en el campo de las condiciones objetivas de la revolución el factor do¬minante es la corriente nacional-liberadora, la fragua de la nacionalidad. Esta no llega como simple secuela, sino que es objetivo de la propia nobleza territorial. El análisis al pensamiento de Bolívar así lo demuestra;
3) Que d papel determinante de la victoria definitiva contra el opresor colonialista lo desempeñan en fin de cuentas las masas populares venezolanas, aguijoneadas, desde luego, tanto por los impulsos subjetivos de 'los • dirigentes como por las acciones objetivas de la nobleza territorial. Esto permite una visión más aproximada a la realidad histó¬rica.

El carácter aristocrático de las relaciones de la no¬bleza criolla, así como las diferencias étnicas, e incluso, en parte, el régimen de esclavitud, desaparecieron al calor de la lucha armada revolucionaria. La clase dominante criolla en su contienda anticolonialista vio, pues, en parte, modificada la estructura económica de su régimen. Si a ello agregamos el advenimiento de nuevos propietarios de tierras procedentes de los caudillos militares resultantes de la guerra, el cuadro de la influencia ejercida por la re¬volución emancipadora en el plano económico-social de la época queda configurado. Hubo, entonces, procesos de democratización en las relaciones sociales, aun cuando la estructura económica permaneció intacta. Las clases fun¬damentales de la sociedad venezolana continuaron siendo los terratenientes esclavistas, la burguesía comercial, la pequeña burguesía urbana, el campesinado enfeudado y los esclavos. Los privilegios de casta y color se habían diluido: permanecían los económicos y se agregaban los políticos.

La emancipación de la América mestiza enfrentó a los opresores y los oprimidos con fuerza hercúlea. A la fuerza que reprime, se opuso la energía de los oprimidos. La libertad como bandera escamotó los cielos de América y arrogantes tempestades estremecieron el Nuevo Mundo. El 19 de abril de 1810 Caracas se levanta. El ardor revolucionario barrena el dominio español. Por doquier insur¬gen las huestes bizarras de la guerra revolucionaria. Se sella la independencia nacional y una nueva república, al lado de tantas otras, anuncia al universo la buena nue¬va. España no duerme en sus laureles. Arremete desde Occidente. La república imberbe da sus primeros pasos guerreros con poco éxito. Pero la figura legendaria de Miranda arrastra tras su nombre cierto optimismo. La Junta de Caracas lo nombra Teniente General. Se subleva Valencia. Tras el primer ardid de los realistas, al fin, en alto precio de vidas, es sometida. El 21 de diciembre de 1811 se firma la nueva Constitución. Vuelve por sus fue¬ros España. Llega Cajigal a Coro. Con él, el capitán de fragata Domingo de Monteverde. Ceballos invade Carora. La república en peligro. El terremoto del 12 de marzo de 1512 rinde pleitesía a los realistas. Los ánimos se achican. Monteverde se lanza sobre Caracas desde Coro. Comien¬zan las deserciones: Mérida, Trujillo, Guayana. El Gene¬ralísimo asume el mando general. Cae Valencia. Añoranzas se alza en el llano. Se combate alrededor de Va¬lencia. Miranda se repliega a La Victoria. Por todas partes se ve rodeado. Rechaza al enemigo. La indisciplina ame¬naza. La indecisión carcome el espíritu del viejo general. La intriga se ensoberbece. Adviene la capitulación. Resta¬ñada cae la primera república. Monteverde entra a Caracas.
En-todas sus correrías, Bolívar será implacable con¬tra este error de Miranda, así como contra el oprobio esparcido por la espada sanguinaria de Monteverde. La exposición dirigida al Congreso de la Nueva Granada es muy clara al respecto. Critica también la indulgencia y nobleza tenida con los españoles, después cobrada por Monteverde con una tiranía atroz. Bolívar señaló cinco causas, sin aducir expresamente el capitulacionismo de Miranda.25 La patria de nuevo estaba encadenada. Pero prontamente, desde oriente Marino, Piar, Bermúdez y, desde occidente, Bolívar, tremolan las primeras grandes victorias de nuestra guerra emancipadora. 1813 incorpora la segunda república. Bolívar llega a Caracas como Liber¬tador. El cielo de nuevo se encapota y negros nubarrones presagian a 1814 como un año aciago para la república.

25"De lo referido se deduce que, entre las causas que han producido la caída de Venezuela, debe colocarse en primer lugar la naturaleza de su Constitución, que, repito, era tan contraria a sus intereses

Como favorable a la de los contrarios. En segundo, el espíritu de misantropía que se apoderó de nuestros gobernantes. Tercera: la oposición al establecimiento de un cuerpo militar que salvase la república y repeliese los choques que le daban los españoles. Cuarto: el terremoto acompañado del fanatismo que logró sacar de este fe¬nómeno los más importantes resultados; y últimamente las facciones internas que en realidad fueron el mortal veneno que hicieron descender la patria al sepulcro" (Obra citada, tomo II, pág. 1003).

Es entonces cuando la batalla de La Victoria simbo¬liza la decisión de aquella joven generación americana de vencer antes que morir. José Félix Ribas tipifica este momento de nuestra historia. El triunfo de la juventud caraqueña universitaria, con Ribas a la cabeza, el 12 de febrero de 1814 contra el sanguinario Boves en La Vic¬toria, sintetiza toda la pujanza de la joven república para arrebatar el triunfo al enemigo. Muestra de lo que es capaz un pueblo, una convicción profunda, una decisión inquebrantable. De allí que esta hoja escrita por el inven¬cible demuestre el testimonio de la emancipación de América.

Los tres mil soldados de Campo-Elías han sido arro¬llados en la fatídica Puerta —cerca de los Morros de San Juan— por los ocho mil llaneros de Boves. Este amenaza a Caracas. Es entonces cuando Ribas improvisa su divi¬sión juvenil para salirle al frente al enemigo. Mil qui¬nientos hombres forman los siete batallones de La Vic¬toria. Son los alumnos de la Universidad. Caracas estaba ya extenuada e inmolaba sus últimos frutos. Boves se detiene en Villa de Cura, ante la noticia del arribo de Ribas a La Victoria. El 12 de febrero se lanza sobre Ri¬bas, apenas amanece. Entonces:
"En medio de aquella escena muda y de anhelante expectativa, resalta Ribas, airado e impotente como el ángel terrible de Ezequías. Resplandece sobre su frente olímpica, como lampo de fuego, aquel terrible gorro frigio que ha de ostentar la cabeza del héroe hasta en la jaula de la picota; brilla en sus ojos la encendida llama de las grandes pasiones; muéstrase esquivo al general reco¬gimiento; y colérico aguarda el peligro que le amenaza, provocando al destino con un gesto de soberbio desprecio y de arrogante superioridad."1
¡Tal es Ribas, el cabeza caliente de La Victoria! Envueltos en polvo, los jinetes de Boves se aproximan. Habla Ribas: "ni aun podemos optar entre vencer o mo¬rir: necesario es vencer. ¡Viva la república!" Y a la im¬paciencia de sus .soldados que ven aproximarse el oleaje salvaje, al fin da vía y las mechas encendidas hacen crujir 105 cañones. La batalla ha comenzado. Las bayonetas de "os batallones de Montilla, Ribas-Dávila, Soublette, Ayala, Blanco, Jugo, Maza y después Campo-Elías, rechazan a las hordas de Boves. Eduardo Blanco escribe que "con tales hombres hay razón para acometer imposibles".27 Y era verdad. Como lo es ahora. La pasión de la libertad forja los sacrificios más increíbles. Haciendo honor a La Victoria, a la lucha de los oprimidos contra los opresores, a los que combaten por. -la patria mancillada, a los que levantan el estandarte de la libertad americana, al sacri¬ficio de la joven generación en aras de la soberanía nacional, los guerrilleros de hoy han recogido toda la médu¬la de aquella noble enseñanza; no en el discurso florido; tampoco en la promesa vana; menos aún en la demagogia pueblerina; no. ¡Sólo en el combate: en la porfía abierta _contra el enemigo opresor! Esta praxis hace los nuevos nombres; construye los nuevos ideales; hace continua la!:nea espiral de nuestra historia.
La lucha contra Boves y Morales no daba alternativa: era una lucha sin cuartel. No cabe tregua, ni flaqueza, ni capitulación, ni piedad: ¡sólo hay la muerte o .a victoria! El gorro frigio de Ribas, heredado en las boinas de los universitarios, encama la libertad de Amé-frica. Le dice a Montilla: "No hay que desesperar, amigo 'mío: antes de desaparecer por completo, podemos resis¬tir todavía dos asaltos como éste".28 Ribas-Dávila, al morir viendo la bala extraída por el médico, le dice: "Llevadla a mi esposa, y decidle la conserve, y se acuerde de que a ella debo el momento más glorioso de mi vida, aquel en que he perecido defendiendo la causa de mi suelo. Muero contento: ¡Viva la república!"29

-Eduardo Blanco, Venezuela Heroica, ob. cit., pág. 46. ;~!dem, pág. 49.

Y Boves L; rechazado una y otra vez. "Si no es posible romperlos, pasaremos por encima", exclamaba. La suerte de Ribas y ¿e la república pareciera echada. Pero al atardecer, aun diezmados, reconoce en sus puestos a los patriotas. Las víctimas son innumerables. Pero en el peor momento de aflicción, desde el campanario de la iglesia, se divisa, por el camino de San Mateo, una columna de polvo. Ribas exclama: ¡Es Campo-Elías!, con el resto de jinetes des¬trozados en La Puerta viene en auxilio. Los ánimos re¬nacen. Aun cuando con pequeña fuerza, el auxilio de Campo-Elías surtió efectos positivos. Ribas aprovecha la oportunidad y decide poner en práctica la chispa de su salvación: cien dragones y carabineros son ordenados a montarse en los caballos, hasta entonces inutilizados. Llamando al más bravo, presuroso corre Montilla para ponerse al frente. ¡Adelante! —dice Montilla, y las fuerzas de Boves se ven de pronto sorprendidas y cogidas entre dos fuegos de caballería. El ariete de la revolución, "ese fuego sublime que engendra héroes, realiza prodi¬gios y convierte hasta los pequeños en gigantes", alza ma¬jestuoso su embriagante cuerpo. No hay temor a la muerte. Se le dice: "ven, lo que siento y pienso vale más que lo que soy..., por sobre tus amenazas está mi voluntad".30 La audacia revolucionaria pasma al enemigo. Montilla y Campo-Elías se abrazan y vuelven una y otra vez a la carga, arrollando a los realistas. Con el resto de infante¬ría, Ribas sale en masa compacta de la plaza y arremete contra las tropas de Morales, aniquilándolas. Queda due¬ño del campo de batalla y obtiene la victoria. Esa es la historia. ¡Ese es el ejemplo para los nuevos héroes!
Luchando por la patria, Ribas supo vencer antes que morir. Su gesta quedó grabada: año tras año, los estu¬diantes de Venezuela gritan libertad en La Victoria, arre¬metiendo contra los atropellos de los nuevos opresores, fóvito Villalba dijo, el 12 de febrero de 1958, después de la jornada del 23 de enero, que ese campo no se cubri¬ría ya más de sangre, porque había triunfado la juventud v el pueblo. ¡Ironías del destino! ¡Ahora, de nuevo, la juventud gloriosa sigue cubriéndose de sangre por la li¬bertad! Bolívar proclamó para Ribas, el primero en la patria americana, lo que después recogerán los actuales combatientes de América: en Cuba, en el Perú, en Santo Domingo, en Guatemala, en Colombia, en Venezuela: vencedores de los tiranos. Es Bolívar quien os habla:
Caraqueños! El sanguinario Boves intentó llevar hasta vuestras puertas el crimen y la ruina: a e.sa inmor¬tal ciudad, la primera que dio ejemplo de la libertad en el hemisferio de Colón. ¡Insensato! Los tiranos no pueden acercarse a sus muros invencibles, sin expiar con su im¬pura sangre la audacia de _sus delirios. El general Ribas, sobre quien la adversidad no puede nada, y el héroe de Niquitao y Los Horcones, será desde hoy titulado El vencedor de los tiranos en La Victoria."31


31S. Bolívar, Soldados del ejército vencedor en La Victoria, ob. cit., tomo II, pág. 1054.

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